jueves, 14 de febrero de 2013

Arrows & blood


Cupido. Ese mítico ángel que anda por el mundo repartiendo amor, flechando a la gente, juntando a los enamorados. Esa mítica figura es solo eso, un mito. En parte.

Cada catorce de febrero un alma enamorada debe morir, entregar su sangre a la oscuridad y convertirse en ese ángel maldito, ese ángel que ya no puede amar pero debe repartir amor. Cumplir la tarea que le fue asignada, quiera o no.

Este año me toco morir a mí.

Fue inesperadamente ridículo.

Era trece de febrero, por la tarde. Yo como cualquier chica de 17 años me preparaba para la fecha importante, San Valentín, había ido de compras, ingredientes para preparar chocolates y galletas, papeles y cajas para una linda presentación, listones y un lindo oso con un corazón. Demasiado meloso, lo sé, pero quería impresionar a alguien y pensaba hacer todo lo que estuviera en mis manos para que cayera a mis pies.

Mi enamorado era Jordán, un amigo de toda la vida, bueno casi. Lo había conocido cuando éramos apenas unos niños, cuando jugábamos en el parque y nos empujábamos en los columpios; unos años después sus padres se habían divorciado y su madre lo había llevado lejos, mucho tiempo no supe de él… hasta hace unos meses cuando había regresado.

Físicamente había cambiado, pero seguía siendo el mismo chico dulce que había conocido en mi niñez, así que decidí declarar mis sentimientos por él, la que no arriesga no gana así que yo iba a jugarme el todo por el todo.

Ya iba de regreso a casa, con las manos llenas de bolsas y otras cosas, era un poco difícil pero sabía que valía la pena, justo a la salida del centro comercial había una chica, no tenía nada fuera de lo común, solo una chica normal y corriente que regalaba rosas artificiales. Al verme simplemente sonrió y coloco una de aquellas rosas en una de las tantas bolsas que llevaba, le agradecí con una sonrisa y seguí mi camino. Que error más grande.

Mi casa no quedaba muy lejos del centro comercial así que decidí caminar, en mi mente ya daban vueltas las recetas y las formas de preparación, también la forma en que los envolvería y como iría a verlo, tenía todo perfectamente planeado, excepto el hecho de que me iba a morir.

Al llegar a casa tuve que hacer mil malabares para sacar mis llaves y abrir la puerta, justo cuando esta se abrió mi gato salió corriendo, lo que me hizo tropezar, haciendo que todas las bolsas salieran volando frente a mí, no tuve tiempo de reaccionar, ni siquiera pude gritar, al caer aquella rosa artificial me atravesó la garganta, la sangre brotaba como un pequeño rio, intente respirar desesperadamente pero la harina que había comprado se había derramado frente a mi rostro así que con cada inhalación solo me llenaba la garganta con aquel polvo blanco. Luche por levantarme pero lo único que conseguí fue que aquella rosa se incrustara mas en mi garganta. Mi vista comenzó a nublarse, mis piernas y brazos se quedaron dormidos, sentía la sangre en mi cuello; me sentía impotente, sin nada que hacer. Mis ojos comenzaron a cerrarse y lo último que vi fue a mi gato, lamiendo la leche que se había derramado.

Cuando recupere la conciencia lo primero que note fue el dolor de cabeza, después la sequedad en la garganta y al final que ahora contaba con un par de alas en mi espalda.

-¿pero qué…?- me senté de inmediato, girando mi cuello en ambas direcciones para comprobar que efectivamente tenia alas

Después mire a mi alrededor; no había nada. Absolutamente nada. Todo estaba en blanco, sin ninguna mancha de color a la vista o alguna señal de vida aparte de mí. Me puse de pie y comencé a caminar, esperando toparme con alguna pared o puerta o algo, pero nada. Después de unos minutos mi sentí frustrada ¿Qué estaba sucediendo?

-finalmente despertaste- se escucho una voz que resonó como un eco

Mire a mi alrededor, a la distancia pude distinguir una figura, una persona que se acercaba a mi; cuando estuvo lo suficientemente cerca pude reconocerla, vaya sorpresa, era aquella chica que me había regalado la rosa artificial.

-¿y qué tal tu muerte?- me pregunto tan relajada, como si estuviéramos hablando del clima o algo así

-disculpa- en ese momento yo aun no comprendía nada

-ah cierto, todavía no lo recuerdas- se puso pensativa un momento –bien, esta es la versión corta… estas muerta así que ahora debes cumplir con la tarea de Valentine- sonrió

Hice una mueca, extrañada, ¿acaso estaba alucinando? Debía ser eso porque esto no podía estar pasando realmente, mire a mi alrededor de nuevo y entonces a m lado encontré aquella rosa artificial, manchada con sangre, mi sangre. Fue entonces cuando lo recordé todo.

-estoy muerta- me dije en voz baja, tratando de asimilar las cosas

-es lo que acabo de decirte- ella seguía tan tranquila

-no…no- entonces tuve mi ataque de pánico –no puedo estar muerta, tengo planes, grandes planes, no puedo morir, simplemente no puedo, yo iba… yo iba a… declarar mi amor- pero en ese momento no podía recordar el nombre de aquel chico que me hacia suspirar

-exacto, eso es lo que te hace perfecta para el trabajo- sonrió de nuevo, dio media vuelta y unos pasos, luego volvió con un arco y varias flechas –toma-

-¿Qué se supone que haga con esto?- las señale y retrocedí –solo quiero mi vida de vuelta-

Ella suspiro con frustración -¿Por qué no pueden hacer mi trabajo mas fácil?- me miro –no puedes simplemente aceptar el hecho de que estas muerta ¿verdad? MUERTA ¿sabes lo que significa? Ahora simplemente toma esto y va a cumplir tu estúpida tarea para que puedas “descansar en paz”-

Se notaba que no era muy paciente; me lanzo aquellos utensilios y tuve que tomarlos entre mis manos, aun estaba confundida y no entendía muy bien que se suponía que debía hacer.

-mira, es bastante sencillo- una pequeña sonrisa regreso a su rostro –ahora tu eres Cupido, así que ve al mundo a repartir amor ¿de acuerdo?-

-¿Cupido? ¿Hablas enserio?- en vez de aclarar mis dudas me sentía mas confundida

-¿crees que estoy bromeando?- se acerco a mí, bastante amenazadora –escúchame niña, este era tu destino así que simplemente acéptalo y cumple con el- dio media vuelta pero luego se detuvo y me miro de reojo –recuerda, una flecha por persona… si utilizas mas podría ser… mortal- giro de nuevo y comenzó a alejarse, estiro una mano y se despido de mi –suerte- luego simplemente desapareció

Mire el arco y las flechas, luego levante la vista en la dirección en la que la chica había desaparecido ¿yo era Cupido? Valla estupidez, di un par de pasos y en un abrir y cerrar de ojos ya no estaba en aquella habitación blanca, ahora me encontraba en un parque.

Varias personas ya paseaban por el lugar, la mayoría parejas. Me resulto un tanto deprimente, después de haber planeado tantas cosas ahora ya no podía llevarlas a cabo y mientras el resto del mundo se amaba con intensidad. Desgraciado destino.

Sin darme cuenta comencé a volar, bueno, flotar seria una mejor descripción ya que no estaba muy despegada del suelo, recorriendo el lugar, se podía respirar el amor en el aire así que no entendía muy bien que debía hacer yo. Según mis vastos conocimientos, obtenidos de internet, Cupido iba por ahí flechando gente para que se enamorara, pero todas las personas que veía ya estaban bastante enamoradas. Seguí mi camino, tratando de encontrarle algún sentido a esto hasta que algo llamo mi atención.

Una chica, como de mi edad, que estaba escondida detrás de un árbol, mirando en dirección a unos chicos cerca de una fuente. A mi parecer era una chica linda pero lucia demasiado insegura, sostenía una carta contra su pecho y parecía hablar sola, entonces si mi instinto no fallaba aquella joven quería declararse, igual que yo, pero no tenía el valor de hacerlo.

-vamos, solo hazlo- dije mientras flotaba cerca de ella pero no me escucho, apreté el arco con la mano y entonces entendí que debía hacer.

Me aleje un poco, tome una flecha y la coloque en el arco, nunca antes había disparado una cosa de esas pero no parecía difícil. Tense la cuerda y apunte, dispare y falle. La flecha se clavo en el árbol y un segundo después se evaporo en el aire. No me iba a dar por vencida, prepare una segunda flecha, esta se estrello contra un arbusto.

-no puede ser posible- me susurre en voz baja, prepare una tercera flecha, apunte, pero esta vez no me concentre en la chica, si no en la carta que sostenía contra su pecho, tome una bocanada de aire y dispare, esta vez la flecha se clavo en el pecho de la chica, atravesando la carta. La flecha se esfumo como humo pero había surtido efecto.

Aquella joven salió de detrás del árbol, con la decisión grabada en el rostro, camino con paso decidido hasta aquellos chicos, se acerco a uno y le tendió la carta. Por un momento todos se quedaron en silencio, el chico tomo la carta y sonrió, arrojo el pequeño sobre a la fuente y tomo a la chica por el rostro. Luego la beso.

Sus amigos comenzaron a aplaudir y reír, lucían felices y entonces una sonrisa se dibujo en mis labios. Una repentina satisfacción lleno mi pecho. Supuse que de eso se trataba mi “misión”, alentar a que los enamorados declararan sus sentimientos. Un pequeño suspiro escapo de mis labios.

-hora de trabajar- me dije un tanto alegre y me fui volando de aquel parque.

Algo así como un sexto sentido era el que me dirigía a los lugares adecuados, siempre hacia aquellos chicos o chicas que necesitaban un pequeño empujoncito para declarar sus sentimientos, para mi fortuna, o la de ellos, hasta el momento todos habían sido correspondidos. Además de que iba “repartiendo amor” y haciendo feliz a la gente también estaba viajando por el mundo, no sabía exactamente como lo hacía simplemente pasaba. Un momento estaba enfrente del gran reloj en Londres y al doblar la esquina ya me encontraba en algún frio lugar de Rusia, por un momento estaba en la torre Eiffel y al bajar ya me encontraba frente al mar en alguna costa de México.

Debo admitir que fue bastante divertido, pasear por el mundo, ver un sinfín de sonrisas, de besos, corazones rebosantes de felicidad. Por un momento olvide lo que había sido mi vida y lo desafortunado de mi muerte, por un momento abandone mis sentimientos y esperanzas. Pero estas no tardaron en volver.

El atardecer se acercaba lentamente cuando aparecí en un inmenso campo, en la cima de una pequeña colina, ahí a la poca sombra de un árbol un chico miraba con tristeza como se ocultaba el sol. No tenia cartas o chocolates pero si una rosa artificial entre las manos. Eso repentinamente me hizo recordar mi muerte, lo que me puso algo melancólica pero no deje que la tristeza me invadiera, sacudí la cabeza para despejar mi mente, este chico necesitaba mi ayuda. Prepare el arco, cargue una flecha, apunte y la deje ir. Me había vuelto bastante buena con el arco así que la flecha dio en el blanco, en el pecho de aquel joven, se esfumo y entonces una sonrisa apareció en su rostro. Su mirada se ilumino y una expresión de sorpresa lleno su semblante.

Yo flotaba frente a él y sonreí con suficiencia, pensando que había hecho bien mi trabajo, que le había dado la valentía que necesitaba, pero al parecer no era eso lo que había logrado.

-¿Val? ¿Eres tú?- su mirada sobre mi

Realmente sentí su mirada sobre mí, él podía verme; aun así no pude evitar mirar a mi alrededor en busca de alguien mas, solo comprobé que estábamos solos. Lo mire, sorprendida ¿Qué estaba sucediendo ahora?

-¿puedes verme?- digo, era más que obvio que podía pero necesitaba confirmarlo de algún modo

-claro que puedo… no puedo creer que seas tú- comenzó a caminar hacia mí, aun sostenía aquella rosa en su mano.

Lo mire cuando se acercaba, mi vista fue hasta la rosa artificial, me resultaba extrañamente familiar, el noto mi mirada levanto la mano y extendió la rosa hacia mí, una expresión de tristeza cubrió su rostro.

-fue la rosa con la que moriste, yo… quise conservarla- bajo la mirada

Entonces todo regreso a mí como un flash. Las compras, la rosa, la caída, mi muerte. Jordán. Era él, el chico frente a mi era mi amado, Jordán, a quien había esperado sorprender. Aunque suponía que de alguna forma le había dado una sorpresa.

-Jordán- susurre con los labios entrecerrados y lo mire

El levanto la vista, feliz porque lo había reconocido, camino hasta quedar frente a mí, me tomo de la mano y sonrió tristemente.

-¿Por qué te fuiste?- una lagrima rodo por su rostro –yo… yo planeaba confesarte mi amor- apretó levemente mi mano –yo quería que estuviéramos juntos… no debí esperar tanto- su voz era apenas un susurro, lleno de arrepentimiento y dolor, no soportaba verlo así.

Me acerque más a él y lo abrace, lo cual no me resulto muy difícil pues como estaba flotando teníamos la misma altura. Había esperado escuchar esas palabras, sobre sus sentimientos hacia mí, ese había sido mi plan al principio y no había podido llevarlo a cabo. Y tampoco le había dado la oportunidad a él. La flecha que le había lanzado le había permitido verme, ver a su verdadero amor.

-Val… yo quiero estar contigo- se separo un poco de mi –quiero ir contigo-

-Jordán no- sentía un nudo en la garganta –estoy… muerta- pero eso pareció no convencerlo

-no me importa… moriré por ti- levanto la rosa y la coloco en su cuello

-¿Qué haces?- se la quite de la mano y la arroje a un lado –no vas a matarte por mi-

-si lo hare- la decisión brillaba en sus ojos, estúpidas flechas de no ser por ellas el no estaría tan decidido –quiero estar contigo Val, para la eternidad-

Sentí como mi corazón se derretía con aquellas palabras. Para la eternidad. Recordé las palabras de aquella chica “recuerda, una flecha por persona… si utilizas mas podría ser… mortal” solo esperaba que se refiriera al tipo de mortalidad que esperaba. Lo mire a los ojos.

-¿estas seguro?-

-claro-

Eso era lo único que quería escuchar. Me aleje un poco pero le indique que se quedara en el mismo lugar, respire profundo, no tenía ni la menor idea de si lo que estaba a punto de hacer iba a funcionar, pero no tenía un plan mejor. Prepare el arco con una flecha, tense la cuerda pero no la solté, me quede ahí con todo preparado pero incapaz de disparar.

-confió en ti- me dijo él mientras extendía los brazos

Entonces dispare. Esta vez la flecha no se evaporo como las demás, se quedo en su pecho, un hilo de sangre comenzó a correr por su camisa. Podía ver el dolor en sus ojos aunque él no dijo nada. Prepare la segunda flecha y dispare, el mismo resultado. Una más. Y otra más. El cayo de rodillas, supuse que el dolor comenzaba a ser insoportable, flote hasta él y me arrodille a su lado.

-no te detengas- dijo como un sollozo –solo una mas-

-no puedo hacerlo- sin darme cuenta comencé a llorar –no puedo lastimarte mas-

-¿lastimarme? Pero si me estás haciendo feliz- un intento de sonrisa en sus labios

-cállate… no sé cómo pude hacerte esto-

-Valery… solo una mas- me miro expectante –una mas y estaremos juntos para siempre- tomo mi mano

Contuve el aire, si no lo mataba ahora solo lo haría sufrir, me levante, prepare una última flecha y apunte.

-te amo- susurro al momento que disparaba a su corazón.

Cada año, durante San Valentín, una pareja de enamorados cruza al mas allá tomados de la mano. Juntos para toda la eternidad.

1 comentario:

  1. ay ya yai tu final de documental inventado jajaja ntc no inventes me encanta ese símbolo de dolor felicidad en un relación es verdad cuántas veces no deseamos ese dolor porque sabemos que lo causa un ser amado o lo causamos porque sabemos que lo desea aún cuando sabemos que no debería de ser así. No sé es una situación muy difícil. Las relaciones de pareja y lo que hacemos por la otra persona. Consejo: no adelantes los sucesos sorprende en cada descripción como en tus otros cuentos. Amo: tu sarcasmo y la actitud tan picara de todos tus personajes protagonistas.

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